Por alma entendemos el acto de un cuerpo que tiene vida. En tanto a su organización compleja de fuerza de vida propia los animales tienen alma, incluso memoria, imaginación y apetitos. El alma de los animales no es como la de los seres humanos, porque no tiene una tendencia la vida espiritual, de reconocimiento personal de Dios.
Una cuestión antigua
¿Quién no ha disfrutado de la compañía y lealtad de un perro? En los momentos en que disfrutamos de un animal estamos casi seguros de que tiene un alma semejante a la nuestra. No se puede ocultar que hay cierta comunicación no verbal entre hombre y animales, más si son animales queridos. Esto impulsa a creer que, los animales tienen alma semejante a la nuestra.
¿Tienen alma los animales? Para resolver esta pregunta es necesario hacer un estudio profundo sobre el concepto de alma y sus capacidades. Si el hombre dice tener alma, entonces habrá que encontrar algunas capacidades semejantes entre hombre y animales, aunque no siempre las mismas. Veremos que el concepto de alma no es cerrado, sino flexible, y si bien, los animales tienen alma, no la tienen en el mismo sentido que los hombres.
Esta cuestión es tan antigua que los primeros filósofos griegos que la analizaron recibieron datos de tradiciones tan milenarias como la egipcia o la mesopotámica. Sin embargo fueron los griegos quienes, por primera vez forjaron un concepto más claro sobre el alma y sus facultades.
Una de las aportaciones griegas más importantes para el estudio de la naturaleza del alma es deja en claro que ella mismo es principio de vida, o sea, de automovimiento. Revisemos brevemente el desarrollo de este concepto para poderlo entender mejor.
La psiché griega: el principio de automovimiento
Los primeros filósofos como Tales, Heráclito, Anaximandro, entre otros pensaron que la materia tenía una animación propia, semejante al modo de la vida. Por esto pensaron que los animales, que a su decir, estaban hechos de 4 diferentes elementos, tenían alma, pues estaban animados por los elementos.
Platón, al recibir la herencia de estos filósofos pensó que el alma no se conocía sólo por las actividades propias del cuerpo, sino por las actividades de la mente. Este filósofo fue el que planteó que el alma tiene diferentes capacidades más o menos relacionadas al cuerpo pero que no son sólo cuerpo. De este modo hay una gradación entre las facultades del alma: hay una facultad que se ocupa de la supervivencia y la nutrición; otra, la voluntad, se encarga de desear el bien para obtenerlo; otra, el intelecto, se encarga de contemplar el bien para conocerlo y después, por voluntad, obtenerlo.
Aristóteles, como heredero de Platón, profundizó en este esquema y definió las capacidades de cada facultad del alma, así como los organismos en los que se podían encontrar. En este sentido, por la graduación de las facultades de la vida: nutrición, deseo y entendimiento, dice Aristóteles que los organismos vivos tienen un alma con más o menos capacidades.
Según este planteamiento razonable, los animales tienen alma, pues poseen en sí mismos su principio de movimiento y pueden sentir, moverse, imaginar, y desear por sí mismos. Los animales son seres vivos y creaturas de Dios. Por tanto tienen una dignidad en tanto a su naturaleza. Esta dignidad debe ser respetada, pero no debe pretenderse dar a los animales una dignidad impropia de su naturaleza.
¿Tienen un alma semejante seres humanos y animales?
Hemos visto que los animales tienen alma porque en ellos mismos está su principio de movimiento y tienen facultades que no son sólo el cuerpo, sino del cuerpo como la nutrición, la sensación, imaginación, etc. Recordemos que los animales están animados. Ambas palabras, «animales» y «animación» provienen del latín, anima que se traduce como alma.
Por estas facultades seres humanos y animales tienen alma. Sin embargo, el alma humana se abre el desarrollo espiritual, mientras que el alma de los animales no. Es verdad que el hombre tiene un alma que tiene bases animales, sin embrago su desarrollo más alto está en la esfera espiritual.
Perfección
La perfección del hombre está en desarrollarse plenamente como un ser hecho de cuerpo, alma y espíritu. Éste último, el espíritu, nos permite tener un alto grado de autoconciencia, intelecto y capacidad de reflexión. El espíritu está más separado de la materia que otras facultades del alma. Es decir, el espíritu es inmaterial porque no es sólo una facultad del alma que se liga directamente a un órgano corporal. Claro está que en el cerebro suceden los procesos mentales, pero estos no se pueden completar sólo por los cambios del órgano. Algunas pruebas de la inmaterialidad del alma humana son:
Negación
la capacidad de negación. Decir «no» implica separar con la mente una cosa que no existe en la realidad material. Por ejemplo, si decimos: «la blusa no es roja», lo «no rojo» no existe en la realidad, sino que lo nota la mente.
Abstracción
la capacidad de abstracción. Esto significa notar una característica que trasciende a los objetos particulares. Por ejemplo: el concepto de silla como mueble para sentarse. Reconocer esta naturaleza trasciende a la silla de montar, a la silla de paja, de madera, de oro, de piedra, etc.
la capacidad de reflexión: Reflexionar es volver sobre sí mismo. Cuando hacemos un ejercicio de reflexión nos vemos a nosotros mismos desde una distancia tomada con la mente. Así somos capaces de autoevaluarnos y de hacer una recapitulación del pasado y una proyección del futuro.
Reconocimiento
La búsqueda y reconocimiento de Dios. Cuando buscamos a Dios, no buscamos algo material, sino a la Causa de todas las cosas, a un Dios personal, con inteligencia y voluntad. Esta búsqueda de lo inmaterial denota la inmaterialidad del alma humana.
En suma digamos que el alma humana es de naturaleza espiritual, mientras que el alma de los animales no lo es. Este reconocimiento no demerita a los animales como compañeros leales y creaturas útiles al hombre. Más bien nos mueve a reflexionar sobre las actitudes exageradas que se toman con los animales. Si bien muchos de ellos pueden ser nuestros compañeros leales, esto no significa que sean idénticos a nosotros y que deban recibir las mismas atenciones espirituales que un ser humano.
El católico actúa de forma respetuosa y considerada con los animales porque sabe que sienten y pueden sufrir, pues tienen alma y una dignidad como creaturas de Dios. Además de esto sabe que un animal no tiene la misma dignidad, en cuanto a facultades espirituales, que un ser humano. Esto es porque el hombre es espíritu y cuerpo animado, mientras que los animales son cuerpos animados que no han alcanzado un desarrollo espiritual.
Algunos filósofos contemporáneos han planteado la pregunta siguiente: ¿Qué pasaría con los animales que, en cierto grado de evolución llegaran a tener un desarrollo mental como el de los seres humanos y se abrieran a la vida espiritual? En este caso, parece, tendrían facultades semejantes a las de los seres humanos y tendrían la dignidad humana según su naturaleza de facultades espirituales. El debate continúa y el diálgo entre filósofos, teólogos y científicos se aviva cada vez más.
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